lunes, 24 de septiembre de 2007

Mi respuesta al columnista Felipe Zuleta

Itagüí, 24 de septiembre de 2007

Señor Felipe Zuleta:
Cordial saludo.

¿Sabe una cosa? Yo en parte lo entiendo. Entiendo que, desde su posición urbana tan privilegiada, no le resulta comprensible lo que viví en carne propia en mi región. Siempre ha tenido al establecimiento para cuidar su vida, honra y bienes, diferente a lo que nos sucedió a millones de colombianos abandonados por el Estado y atacados por la guerrilla. Tenga la seguridad que si con mi familia hubiésemos tenido el privilegio que tuvo usted de tener el establecimiento a su servicio, quizás estuviera opinando hasta por encima del bien y del mal desde un medio de comunicación. Pero, a diferencia de usted, aportándole a la oportunidad de paz que hoy vislumbran quienes nunca habíamos tenido esa posibilidad. Está en su derecho de pensar lo que quiera sobre las materias que desee, pero sepa que las actuaciones en la guerra que me tocó vivir nunca estuvieron orientadas a enriquecerme para llevar un tren de vida opulento, sino por el contrario, a la estrategia y práctica de la defensa frente a la agresión guerrillera. Créame que hubiera preferido nunca haber hecho parte de esta guerra.

Pero me pregunto ¿dónde estaban usted y su pluma cuando el Estado nos abandonó a nuestra suerte y nos arrojó a las desgarradoras fauces de la guerra en el departamento de Córdoba, por citar solo una región de Colombia? ¿Dónde estaba usted cuando la guerrilla implantó su régimen de terror estableciendo un estado comunista combinando todas las formas de lucha? Cuando nos secuestraban y nos mataban… cuando fuimos a pedirle protección a las instituciones de seguridad del Estado y la respuesta que encontramos fue: no tenemos los medios ni la capacidad necesaria para enfrentarlos, así que necesitamos de ustedes para que nos ayuden a combatirlos. ¿Dónde estaba usted señor Zuleta cuando pedí, incluso al ministro de Defensa Botero Zea, en 1995, que nos defendiera, cuando hemos clamado a los gobiernos de turno para que erradiquen los cultivos ilícitos, carburante del narcotráfico y banquero de la guerra? Cuando rogábamos acabar con esta espiral de violencia que azota a nuestro país, cuando acudimos varias veces a tocar puertas a los diferentes gobiernos para iniciar un proceso de negociación que nos permitiera hacer el tránsito de lo político militar a lo político social. ¿Dónde estaba, señor Zuleta, cuando le pedimos al Estado garantías para la seguridad de las poblaciones y regiones golpeadas por la guerrilla y compromisos en la reinstitucionalización del Estado? ¿Dónde estaba, señor Zuleta, cuando invitamos a todos los periodistas y medios de comunicación a que nos ayudaran a construir este proceso de paz?No hay pueblo en el mundo que no se levante en armas cuando con armas se pretende sojuzgarlo por la fuerza, para tiranizarlo.

No hemos sido nosotros quienes iniciamos esta guerra. Pero hemos sido nosotros con nuestra inquebrantable determinación de paz quienes decidimos salirnos de ella y he sido ejemplo de rectificación humilde y sincera, honrando la palabra empeñada con el País entero. Nosotros no permanecimos ajenos a ese clamor nacional de acabar con la guerra y de humanizarla mientras dure, devolviendo al seno de la práctica política democrática lo que se ha salido de madre convirtiéndonos en gigantes de la reconciliación entre los colombianos.

La paz no es un instrumento de venganza. ¿Por qué rechaza la paz y la reconciliación entre los colombianos? Injusto modo de matar al país por dificultad de amarlo, por la angustia de sentirlo siempre extraño, pese a la necesidad de hallar en él la protección de un hogar.

Lo que sí considero injusto, y del mismo talante de las respuestas de los asesores de gobierno de quienes usted tanto se queja, es la estrategia de cambiar los temas que se suponía estábamos tratando en su acusación en la pasada columna y que me vi obligado aclarar. Repito: no tuve nada que ver con el traslado de los comandantes Adolfo Paz y Carlos Mario Jiménez. Más aún, considero lamentable y perjudicial para el proceso de paz dicho traslado.

Cuando usted pone en duda mi actuación con respecto a dicha decisión del gobierno no solo pretende enfrentarme a quienes fueron mis compañeros de lucha contra la guerrilla, sino que alimenta el fuego de un conflicto que nosotros los ex comandantes de las autodefensas hemos apostado a apagar. Entienda que las autodefensas, más para bien que para mal, hemos sido una confederación de ejércitos antisubversivos y que cada uno apostó al desmonte de sus estructuras y entregó su libertad a cambio de la búsqueda de la paz. Puede poner en duda si quiere, mi sinceridad con respecto a mis afanes de riqueza personal, pero no mi interés genuino por evitar más derramamientos de sangre. Por favor, seamos claros en que no estoy detrás de ninguna conspiración con el gobierno para perjudicar a quienes son mis más grandes aliados para finalizar un proceso de paz con el gobierno.

Usted está no solamente enemistado con la política de paz y seguridad democrática que adelanta este gobierno, sino que además siente por el proceso de desmovilización de las autodefensas una gran animadversión. No vaya a creer, señor Zuleta, yo también tengo grandes discrepancias, sobre todo metodológicas, con el modo en que el Gobierno ha procedido durante el proceso de paz con las Autodefensas.

Sin embargo, nunca ha pasado por mi cabeza obtener lo que creo es justo y equitativo, para más de treinta mil desmovilizados de las AUC y para todas las miles de víctimas del conflicto armado, a punta de injurias y calumnias, a las que usted acude al señalar a algunas de las personas cercanas a mí a quienes yo aprecio y valoro desde hace años, unos por ser mis amigos de toda la vida, otros porque compartieron conmigo años de estudio o buenas conversaciones. Usted los tilda como individuos de gustos extravagantes o poseedores de grandes capitales míos. Sobre gustos no hay disgustos, como dice el refrán, y en cuanto a lo de sus dineros, no es verdad lo que usted dice.

Ahora bien, sobre las acusaciones que me hace, es apenas obvio que en el desarrollo de las economías de guerra que se dieron en Colombia, existieron situaciones desagradables e irritantes de acumulación de riquezas. Es más, reconozcamos que sucedió una acumulación inescrupulosa de riqueza desde lo ilícito, sea narcotráfico o corrupción con el presupuesto público, aunque no solamente desde la orilla de las autodefensas, sino también de las guerrillas, el narcotráfico puro, los políticos inescrupulosos, etc. O desde lo lícito, por ejemplo, cuando los poderes económicos invirtieron en compra de tierras baratas en zonas sometidas por la guerrilla cuando las estábamos liberando de ese flagelo. Pero desafortunadamente así fue que se hizo la guerra, y ojalá hubiera sido de otro modo. Sin embargo, en el desarrollo de la Ley de Justicia y Paz, puede usted estar convencido que he entregado las propiedades, recursos y actuaciones asociadas a la organización que yo comandé y que llevaron a un proceso de acumulación para financiar la guerra. Y repararé en un sentido justo a muchas comunidades que desde el nacimiento de la república se merecen un reconocimiento a tanta violencia inútil. El País debe saber que por simple lógica de supervivencia las élites económicas, políticas y sociales aprobaron la financiación del narcotráfico y los excesos de la guerra por su deseo de contener a las guerrillas que amenazaban la estabilidad del Estado.

Además de lo anterior, decir que yo sigo delinquiendo desde la cárcel es absolutamente falso y me suena como cuando escucho que los males actuales de Colombia son todavía culpa del Frente Nacional, como si el Frente Nacional siguiera actuando hoy. Como si los hombres y mujeres de Colombia no fuéramos capaces como lo soy yo, y lo estoy demostrando, de arrepentirnos, de pedir perdón, de reparar el daño, de aceptar el dictamen de la Justicia, de dejar el pasado atrás rectificando los comportamientos transitados, de enmendar lo que haya que enmendar y no reincidir en lo que no haya que reincidir, para proyectarnos hacia un futuro mejor, de paz y reconciliación.

Al vivir en un Estado social de Derecho usted tiene no solo el derecho sino la obligación de presentar las pruebas de lo que dice en su columna respecto de mi persona y de las otras, o puede escoger refugiarse en la preservación de la fuente. En todo caso, no tomo esto como una cuestión personal de usted conmigo sino más bien una cuestión política de usted y los intereses de sus amigos en contra de algunas políticas de Estado, en el caso que nos incumbe, la del desmonte de las autodefensas como actoras del conflicto.

Venga, lo invito por fuera de los linderos de la fantasía a abandonar el territorio de lo virtual y a diagnosticar sin contumacia, ante la escueta realidad que represento. La mejor fuente de información de los hechos en los que he estado inmerso en este conflicto, soy yo. Con mansedumbre y humildad cristianas lo espero si desea descifrar en mis ojos el verdadero alcance de mi apuesta honesta y total por la paz y la reconciliación.

Si me quiere creer, si tiene en el alma espacio para construir, le estoy esperando. De seguro volverá restablecido con mis certezas y confianza.

Mi determinación es irreversible, mi voluntad indomable, seré constructor de la Paz y Reconciliación, o no seré nada.

Atentamente,


SALVATORE MANCUSO


P.D. Invito a sus lectores, respetuoso de sus opiniones y de su búsqueda de verdad, a visitar la página Paz y Progreso que dirijo en internet y pueden ubicar en www.salvatoremancuso.com, ya que caigo ahora en la cuenta que somos colegas al navegar por el blog que Usted dirige.

martes, 18 de septiembre de 2007

Carta al Director del Semanario "El Espectador"

Itagüí, 18 de septiembre de 2007

Señor Fidel Cano Correa
Director Semanario El Espectador

Señor director:

Con el fin de poder ejercer el derecho de réplica y en aras que sean respetados los derechos a la verdad periodística, solicito muy comedidamente que sea publicada en su prestigioso semanario, la siguiente respuesta a las afirmaciones realizadas por el columnista FELIPE ZULETA, aparecida en su edición del pasado 15 de septiembre.

La verdad periodística se ha visto vulnerada por el comentario falso y salido de tono que el columnista Felipe Zuleta realiza en su columna semanal aparecida en su semanario el 15 de septiembre de los corrientes; la afirmación que hace el señor ZULETA en el sentido de que me he convertido en el informante de palacio, no solamente es falaz, sino que el comentario según el cual gracias a mis informes, el señor Presidente de la República ha tomado decisiones en contra de los ex comandantes Diego Fernando Murillo y Carlos Mario Jiménez, es un engaño a los lectores, un insulto al Señor Presidente y un fallido intento por enfrentarnos a quienes le apostamos todo en nuestras vidas a jugarnos por la paz como salida al conflicto armado que desangra a nuestro País.

Flaco favor le hace el columnista a la búsqueda de la reconciliación que iniciamos desde hace unos años, tanto los entonces comandantes como yo, junto a los demás ex comandantes que hemos dado verdaderas muestras de seriedad en nuestros compromisos con la Patria.

Quiero reiterarle al País entero, que estas falsas afirmaciones no minarán mi determinación de seguir adelante con el camino que inicié entre diciembre de 2004 y enero de 2005, cuando desmovilicé los ejércitos que comandaba, en el Catatumbo y Córdoba, decisión que tomé antes de que existiera siquiera una norma que reglamentara cuál iría a ser nuestro futuro en la civilidad, como una muestra de que nuestro compromiso con la paz era real y tangible, como sigue siendo hoy. En ése momento, con 2.359 combatientes desmovilizados, protagonicé el mayor desarme que se había realizado en la historia de Colombia y que abriría el camino para que al final se silenciaran más de dieciocho mil armas, de las cuales 14.000 largas, que empuñábamos en ese entonces las AUC en el combate antisubversivo.

Ese camino me condujo a recluirme voluntariamente en prisión cuando así me lo pidió el Señor Presidente de la República, posteriormente fui el primero de los ex comandantes que se acogió también voluntariamente a la ley 975, igualmente abrí el camino de contar la verdad del conflicto y de mis actos en la guerra dentro de la versión libre que estoy rindiendo ante la Fiscalía General de la Nación, a la que he acompañado en la entrega de bienes por más de 50 mil millones de pesos con destino a las víctimas del conflicto, a quienes no me canso de pedir perdón porque mi compromiso con Colombia es el de poder llegar a la reconciliación, independientemente de las causas que dieron origen al conflicto, meta que no derrumbarán columnistas mal intencionados que tal vez querrían saberme muerto como única fórmula de torpedear mi testaruda intención de trabajar para buscar la paz en nuestro País. Así no se construye sociedad, los chismes en temas tan sensibles son tan violentos como cualquier acción bélica, el compromiso con la verdad también debe aplicarse a los generadores de opinión, quienes amparados en el poder de las palabras deberían cambiar la maledicencia quién sabe con qué objetivos –como la comentada-, por el trabajo de construir una opinión social tendiente al desarme físico, pero también del corazón y de las palabras que dañan.

No necesito ser informante secreto de Palacio, mi colaboración con la institucionalidad, desde que me desmovilicé, dejó de ser clandestina, ahora la realizo abiertamente y con comunicados a las autoridades y a la opinión pública a través de documentos igualmente públicos y de mi página de internetwww.salvatoremancuso.com; motivo por el cual la afirmación de Zuleta, no solamente es falsa, sino que desdice de la ética periodística y por supuesto se encuentra signada por el prurito de seguir dejando a nuestro País sumido en la guerra y atacando lo que seguirá siendo motivo de mi vida hasta que Dios me tenga con ella: LA RECONCILIACIÓN DE LOS COLOMBIANOS.

Cordialmente,


SALVATORE MANCUSO GÓMEZ

Carta dirigida al señor Señor Fidel Cano Correa - Director Semanario El Espectador

Itagüí, 18 de septiembre de 2007

Señor Fidel Cano Correa
Director Semanario El Espectador

Señor director:

Con el fin de poder ejercer el derecho de réplica y en aras que sean respetados los derechos a la verdad periodística, solicito muy comedidamente que sea publicada en su prestigioso semanario, la siguiente respuesta a las afirmaciones realizadas por el columnista FELIPE ZULETA, aparecida en su edición del pasado 15 de septiembre.

La verdad periodística se ha visto vulnerada por el comentario falso y salido de tono que el columnista Felipe Zuleta realiza en su columna semanal aparecida en su semanario el 15 de septiembre de los corrientes; la afirmación que hace el señor ZULETA en el sentido de que me he convertido en el informante de palacio, no solamente es falaz, sino que el comentario según el cual gracias a mis informes, el señor Presidente de la República ha tomado decisiones en contra de los ex comandantes Diego Fernando Murillo y Carlos Mario Jiménez, es un engaño a los lectores, un insulto al Señor Presidente y un fallido intento por enfrentarnos a quienes le apostamos todo en nuestras vidas a jugarnos por la paz como salida al conflicto armado que desangra a nuestro País.

Flaco favor le hace el columnista a la búsqueda de la reconciliación que iniciamos desde hace unos años, tanto los entonces comandantes como yo, junto a los demás ex comandantes que hemos dado verdaderas muestras de seriedad en nuestros compromisos con la Patria.

Quiero reiterarle al País entero, que estas falsas afirmaciones no minarán mi determinación de seguir adelante con el camino que inicié entre diciembre de 2004 y enero de 2005, cuando desmovilicé los ejércitos que comandaba, en el Catatumbo y Córdoba, decisión que tomé antes de que existiera siquiera una norma que reglamentara cuál iría a ser nuestro futuro en la civilidad, como una muestra de que nuestro compromiso con la paz era real y tangible, como sigue siendo hoy. En ése momento, con 2.359 combatientes desmovilizados, protagonicé el mayor desarme que se había realizado en la historia de Colombia y que abriría el camino para que al final se silenciaran más de dieciocho mil armas, de las cuales 14.000 largas, que empuñábamos en ese entonces las AUC en el combate antisubversivo.

Ese camino me condujo a recluirme voluntariamente en prisión cuando así me lo pidió el Señor Presidente de la República, posteriormente fui el primero de los ex comandantes que se acogió también voluntariamente a la ley 975, igualmente abrí el camino de contar la verdad del conflicto y de mis actos en la guerra dentro de la versión libre que estoy rindiendo ante la Fiscalía General de la Nación, a la que he acompañado en la entrega de bienes por más de 50 mil millones de pesos con destino a las víctimas del conflicto, a quienes no me canso de pedir perdón porque mi compromiso con Colombia es el de poder llegar a la reconciliación, independientemente de las causas que dieron origen al conflicto, meta que no derrumbarán columnistas mal intencionados que tal vez querrían saberme muerto como única fórmula de torpedear mi testaruda intención de trabajar para buscar la paz en nuestro País. Así no se construye sociedad, los chismes en temas tan sensibles son tan violentos como cualquier acción bélica, el compromiso con la verdad también debe aplicarse a los generadores de opinión, quienes amparados en el poder de las palabras deberían cambiar la maledicencia quién sabe con qué objetivos –como la comentada-, por el trabajo de construir una opinión social tendiente al desarme físico, pero también del corazón y de las palabras que dañan.

No necesito ser informante secreto de Palacio, mi colaboración con la institucionalidad, desde que me desmovilicé, dejó de ser clandestina, ahora la realizo abiertamente y con comunicados a las autoridades y a la opinión pública a través de documentos igualmente públicos y de mi página de internetwww.salvatoremancuso.com; motivo por el cual la afirmación de Zuleta, no solamente es falsa, sino que desdice de la ética periodística y por supuesto se encuentra signada por el prurito de seguir dejando a nuestro País sumido en la guerra y atacando lo que seguirá siendo motivo de mi vida hasta que Dios me tenga con ella: LA RECONCILIACIÓN DE LOS COLOMBIANOS.

Cordialmente,

SALVATORE MANCUSO GÓMEZ