jueves, 1 de julio de 2004

Discurso del Jefe del Estado Mayor de las AUC, Comandante Salvatore Mancuso, en el acto de Instalación Oficial del Proceso de Negociación entre el Gobierno Nacional y las Autodefensas Unidas de Colombia


Yo soy un empresario y padre de familia, al igual que muchos de mis compañeros que me acompañan hoy aquí, al que la guerra arrancó del seno de mi hogar y me incrustó en las montañas de Colombia.

Colombia se ha ganado con creces esta histórica jornada de paz en Santa Fe de Ralito. Los colombianos hemos sufrido demasiado los horrores de la guerra. Los colombianos hemos padecido durante décadas infames, el doble flagelo simultáneo de la violencia y la falta de Estado. Los colombianos nos merecemos iniciativas de paz, hechos de paz, voluntad de paz de parte de todos los grupos armados de izquierda y de derecha. También Colombia exige hoy un Estado distinto, un Estado mejor, un Estado que diga presente y no nos vuelva a abandonar ni en el campo, ni en la ciudad, ni en la guerra, ni en la paz.

Ha sido largo el camino recorrido por las Autodefensas desde San Juan Bosco Laverde, San Vicente de Chucurí y Puerto Boyacá en 1982, hasta Santa Fe de Ralito hoy, primero de julio de 2004 para cumplir la cita histórica con la paz de Colombia. Hace ya 22 años que se agitaron las primeras banderas contra el yugo subversivo que amordazaba la libertad, violentaba el derecho de propiedad y quebrantaba el derecho a la vida, frente a un Estado tan impotente como generoso. Éste abrió las cárceles a centenares de guerrilleros, destinatarios de la ley de amnistía, aprobada por el Congreso para abrir caminos de reconciliación, y que a la postre sólo conduciría a la frustración de La Uribe, a la hecatombe incendiaria del Palacio de Justicia y a la catástrofe humanitaria de la Unión Patriótica y del movimiento de Esperanza, Paz y Libertad, todos ellos, inmersos en el torbellino mortal de la violencia fratricida e intolerante.

En esa época nefasta de odio, venganza y terrorismo aparece el narcotráfico y encuentra a los ejércitos irregulares de las guerrillas, que rápidamente pasaron a constituirse en el componente armado del negocio de las drogas ilícitas y comienza a asumir a plenitud, su papel de financiador de la violencia de izquierda y luego de derecha en Colombia.

A la desgracia de la consentida indolencia del Estado, débil y complaciente con la violencia, como instrumento de lucha política en Colombia, se suma la aparición de la narcoeconomía de guerra en la confrontación armada. Bajo esta sombra, la soberanía nacional quedó confiscada y fraccionada. Así crecieron las repúblicas independientes de los actores políticos armados ilegales.

El colapso progresivo del Estado expresado en la crisis de Autoridad, en el desmoronamiento de la Justicia, en la desmonopolización de la Fuerza, en la depravación de las costumbres políticas y en la deslegitimación creciente de la democracia. Así, corrió paralelo un proceso fuerte de militarización y sustitución del Estado por parte de los actores armados irregulares, que invadieron los espacios de la institucionalidad pública, ocuparon los escenarios de acción de los actores sociales e intervinieron las estructuras de poder político local y regional.

En el caso particular del movimiento de Autodefensas Campesinas, esta circunstancia de negación del Estado sustituido por un Estado de facto, tuvo caracteres de legalidad y legitimidad, por cuanto que, aún para finales del decenio de los años ochenta, permanecía vigente el amparo jurídico de la ley 48 de 1968 que le otorgaba sustento legal a la Organización en armas. Desde este punto de vista es preciso conocer que nuestro movimiento antisubversivo, en su lejana génesis, hunde sus raíces en el terreno que previamente cedió y abonó el propio Estado. Años después, inmersos en el mundo de la ilegalidad, evolucionaríamos hacia el modelo de Autodefensa Campesina autónoma, con conciencia social y nacionalista.

En 1989, con la derogación de la ley que le otorgaba plataforma legal al movimiento campesino armado, las Autodefensas del Magdalena Medio y Urabá, comienzan una etapa de revisión interna que culmina con la decisión de avanzar hacia la desmovilización y desarme, en un proceso precipitado, confuso, incierto e improvisado con el Gobierno de entonces. Después de nueve años de tránsito por los caminos de la violencia oficialmente consentida, la Organización suscribe a finales de 1991, un acuerdo de sometimiento a la justicia que, a pesar del número tan significativo de desmovilizados, no comprometió a la totalidad de los miembros de las Autodefensas. Aquí se cierra el capítulo de lo que podríamos llamar la primera etapa histórica de las Autodefensas Campesinas.

Cuando aún no se había culminado el proceso de desmonte de las zonas de Autodefensa Campesina, las guerrillas de las FARC y del ELN, saltaron con enormes contingentes armados sobre esos territorios y desataron la más furiosa ola terrorista que tenga noción la historia reciente del país. Estas operaciones de retaliación criminal contra las comunidades, coincidieron con la determinación de las autoridades judiciales del Estado, de librar y hacer efectivas más de mil órdenes de captura, contra igual número de excombatientes de las Autodefensas, que habían tomado la decisión de desmovilizarse dos años antes.

Corrían los tiempos de la superioridad táctica y estratégica de las guerrillas comunistas, que anunciaban anticipadamente sus aplastantes y rotundas victorias militares en el Sur del país, y el salto definitivo de un esquema de guerra de guerrillas, a una guerra de movimientos y de posiciones, en las que llevó la peor parte el aparato militar del Estado. Prácticamente en esos momentos cruciales la iniciativa táctica contrainsurgente volvía a correr de cuenta del resurgimiento de las Autodefensas Campesinas.

La violación de los compromisos por parte del Estado, que ignoró los mandatos del contrato social en cuanto a la tutela de la vida, los bienes, la libertad y la justicia social, precipitó el resurgimiento espontáneo del movimiento armado de las Autodefensas Campesinas y, posteriormente, la agrupación en un solo proyecto nacional de todas las organizaciones regionales, bajo la divisa unificada de Autodefensas Unidas de Colombia.

Hoy, el círculo vicioso de la violencia recurrente debe y tiene que desaparecer de la faz de Colombia. Ha sido difícil, pero hemos agotado enormes esfuerzos, para presentar ante el país y el mundo a la Organización de Autodefensas Campesinas fuertemente cohesionadas alrededor del ideal de paz que a todos nos convoca en esta fecha. Aquí, como Jefe del Estado Mayor, estoy representando al noventa y cinco por ciento de las Autodefensas Unidas de Colombia. Esperamos que muy pronto la totalidad de las Autodefensas se incorporen a este proceso de negociación.

El fortalecimiento del Estado hoy, la recuperación de la confianza en las Instituciones, los ascendentes índices de seguridad y satisfacción ciudadana y, en fin, la restauración de los vasos comunicantes entre la Nación y el Estado, nos llevarían en un futuro próximo, dentro de un proceso de avanzada madurez política, a reconocernos innecesarios como Organización armada.

Desde la Mesa Única Nacional trabajaremos a fondo para superar lo militar y trascender en lo político. Este no es un proceso de paz para las Autodefensas Campesinas, es un proceso de paz para Colombia, de Colombia y por Colombia. De ahí que, para eliminar toda posibilidad que conduzca a un nuevo resurgimiento de la opción armada antisubversiva, nosotros como Autodefensas Campesinas avanzaremos, no hacia la desaparición como Organización, sino hacia la transformación en un movimiento político de masas a través del cual la retaguardia social de las Autodefensas pueda constituirse en una alternativa democrática que defienda, custodie y proteja los intereses, derechos y demandas de nuestras comunidades ante los poderes del Estado.

Si hay algo que tenemos claro las AUC es el compromiso social. Hemos trabajado por años en la construcción del bienestar comunitario y digno. Hemos defendido las tierras de nuestros campesinos, se ha sembrado la confianza en el campo y en el desarrollo socio-económico. Y hoy, hay que dejar algo claro: no abandonaremos esta misión social que ha caracterizado la organización y, es más: que fue parte de nuestro nacimiento.

Veintidós años en el campo de la guerra conllevaron, a hacer nuestras, un cúmulo de fidelidades lentamente construidas y a generar un entorno de solidaridad colectiva que terminaron por transmitir un gran poder político y social a las Autodefensas Campesinas. Esta realidad nos impone un compromiso con las comunidades, más allá de la seguridad que les brindamos durante el largo período de ausencia estatal.
No es posible concebir un sueño de paz duradero para los colombianos, si al lado de las bases militares no construimos hospitales y escuelas para los niños del Paramillo, de la Sierra Nevada, del Catatumbo, del Sur de Bolívar y de esos tantos territorios marginados que hay en Colombia.

Las Autodefensas Campesinas en este proceso de paz no demandamos la destrucción o transformación de las estructuras políticas, económicas y sociales del Estado y la sociedad, pero sí exigimos justicia social.

No nos apartamos de las dificultades de orden fiscal que enfrenta el Gobierno nacional, pero confiamos en que los enormes recursos que le ahorraremos a Colombia, al abandonar la guerra, serán destinados al propósito noble de construir la paz social que significa empleo, vivienda digna, educación, salud, servicios públicos básicos y seguridad social. Es decir, bienestar y sosiego para las nuevas generaciones que no merecerán jamás heredar esta larga noche de tragedia, muerte y ruina, que vivimos y pagamos las víctimas de esta guerra absurda.

El fin de este proceso no será únicamente lograr una firma en un acta simbólica, sino trabajar en el seguimiento de una gestión político-social. Nos afianzaremos como mediadores comunitarios, a través de un movimiento político en el que tendrá cabida todo aquel que desee construir un nuevo país y fortalecer las instituciones partiendo de la transparencia y la participación ciudadana.

A partir de hoy, en un verdadero acto de fe, tomaremos posesión del puesto que nos corresponde en la misión de construir la paz. Invocamos de Dios, la provisión de su misericordia infinita, para que su luz despeje las incertidumbres y dificultades del camino largo que emprendemos en este día memorable.

La negociación que se inicia en el día de hoy comienza por el desarrollo de los aspectos políticos, procedimentales, de asistencia social y de beneficios jurídicos que conlleven a un acuerdo que permita la superación definitiva del conflicto armado. El proceso concluye cuando nos hayamos incorporado todos a la vida civil, en condiciones de normalidad.

Daremos comienzo a nuestra misión, exponiendo ante Colombia y el Gobierno nacional, la propuesta de cinco grandes temas que conforman nuestra agenda básica de negociación, estos son:

1. Derechos Humanos, Derecho Internacional Humanitario, redefinición y verificación del cese de hostilidades.

2. Implementación y aplicación de políticas integrales de la tesis de seguridad democrática en las regiones de influencia de las Autodefensas Campesinas, tanto en el campo militar de la seguridad como en el campo social de la inversión.

3. Definición, ubicación y reglamentación de las zonas de concentración.

4. Erradicación y sustitución de cultivos ilícitos, en las zonas de influencia de las Autodefensas Campesinas.

5- Seguridad jurídica, derechos civiles, políticos y garantías de reincorporación a la vida civil.

Esta agenda temática incluye una serie de subtemas, cuyo debate será de gran importancia para la negociación, como lo relacionado con los principios de la verdad, la justicia y la reparación. Discusión que abordaremos con la mesura y desaprensión propias de quienes no nos sustraemos ni a los imperativos éticos y jurídicos del Estado Social de Derecho, ni tampoco a las concesiones o excepciones que el gran consenso nacional aconseje, con respecto a la prelación del interés supremo de la paz y la reconciliación.

Desde este escenario de Santa Fe de Ralito convocamos a la gran audiencia nacional, y a la comunidad internacional, para que mantengamos una fluida interlocución que nos ayude a enriquecer de razones nuestro propósito indeclinable de paz. Bienvenidos aquí las FARC y el ELN, exponentes de la izquierda y la derecha, defensores de los Derechos Humanos, dirigentes de los partidos políticos, líderes sindicales, miembros de las iglesias, indígenas, directivos de Organizaciones No Gubernamentales, dirigentes comunales, negritudes y exguerrilleros, periodistas y escritores públicos, estudiantes, profesores y académicos….en fin, bienvenida Colombia entera, aquí la paz nos da cabida a todos.

Las Autodefensas Unidas de Colombia damos un paso definitivo hacia la paz total. Esperamos de las guerrillas y del Estado reciprocidad y grandeza en esta hora que debe ser la hora de Colombia, la hora de escuchar el clamor de nuestra gente que no quiere más guerras entre hermanos, ni más familias destrozadas en nombre de una ideología o de la otra. Ya lo hemos dicho las Autodefensas: la mejor guerra es la que no se hace, la mejor guerra es la que logra evitarse. Para la guerra se requiere de una sola voluntad; para la paz, el deseo o el imperio de la mayoría.

Cuando alcancemos puntos de acuerdo sobre lo fundamental, cuando encontremos ese equilibrio entre lo deseado, lo necesario y lo posible, con toda certeza seguiremos luchando por los mismos ideales a los que hemos ofrendado nuestros mejores años. Pero será desde la barricada del pensamiento; dotados de la misma voluntad por derrotar a los peores enemigos de la Patria: la injusticia social, el analfabetismo, la pobreza y el marginamiento de quienes nunca han tenido oportunidades para el desarrollo de su existencia.

Falta mucho trecho por andar. El camino estará minado de escepticismo, habrá sabotajes constantes, nos atacarán a mansalva, pero ya nunca podrán derrotar nuestra voluntad de pelear en paz por una Colombia más justa. El campo de batalla de nuestra gesta, será el territorio del pensamiento y las ideas, y nuestro ejército será la opinión y el respaldo de 44 millones de colombianos que sabrán reconocer quién tiene voluntad de paz y quién tiene vocación de guerra y muerte.

La paz de los vencedores y los vencidos, de los arrogantes y los humillados, ni es verdadera ni es duradera.

La prédica de las guerrillas no debe confundir a nadie a estas alturas del siglo XXI: la guerra subversiva de las guerrillas comunistas es una guerra contra todos los colombianos, no solamente contra los combatientes que le hacen frente y se alzan contra ellas. La de las guerrillas comunistas colombianas es una guerra anacrónica y sin futuro contra las libertades y la dignidad del Pueblo colombiano. Y toda guerra contra las libertades y la dignidad de cualquier Nación de la tierra es también una guerra contra la Humanidad.

Las Autodefensas Unidas de Colombia venimos de transitar un largo y doloroso camino de respuesta armada ante la violencia y los agravios de las guerrillas marxistas al Pueblo colombiano, a su infraestructura económica y a sus vías de comunicación. Los crímenes de la guerrilla y la falta de presencia del Estado durante décadas no nos dejaron en los últimos veintidós años, más alternativa a los civiles que empuñar las armas y defender nuestras vidas, nuestra libertad, nuestra honra y nuestros bienes, con lo que estaba a nuestro alcance, sin formación militar y mucho menos vocación guerrera.

Sin embargo, en poco tiempo, descubrimos el invalorable aporte solidario de nuestro pueblo colombiano, que nos abrió los brazos para sumarse a nuestra lucha y puso sobre nuestros hombros la tremenda responsabilidad de su seguridad y bienestar social, para sus familias, y constituir desde la nada un ‘Estado de facto’, un ‘Estado’ carente de legalidad pero no de legitimidad que sustituyera al Estado ausente.

Nunca estuvo en nuestras mentes edificar este gigante, que tuvimos que ponerlo de pie y a caminar, por física necesidad y porque Dios, en nuestras conciencias, nos decía que ése era el camino correcto, que la Patria nos exigía ese sacrificio y que pasada la hora trágica, llegarían al fin tiempos mejores y de reconocimiento por parte de la Colombia oficial, a ‘la otra Colombia’ que las Autodefensas ayudamos a salvar y preservar de la muerte, de la pérdida de su libertad y del azote comunista.

Las condiciones sociales y económicas que hemos construido en unas zonas, y reconstruido en otras, deberán, antes que sostenerse, ser superadas con la presencia responsable de las Instituciones del Estado. Así se verá fortalecida la Democracia en su funcionamiento y será más legítima y transparente en todos los rincones de Colombia, en la protección de los colombianos ante toda agresión armada y ante todo terrorismo.

La Hora de la Paz ha llegado a Colombia. Nada volverá a ser igual para los enemigos de la convivencia pacífica entre los colombianos. A partir de esta histórica jornada de Santa Fe de Ralito se traza una línea clarísima de un antes y un después irreversibles en el conflicto político armado colombiano. Quienes insistan en la apelación a la guerra y se nieguen, atrapados en su estrechez mental, a iniciar conversaciones serias de paz recibirán el escarmiento militar de las armas de la democracia y la Constitución, y el repudio activo y plebiscitario de la población colombiana, así como el aislamiento internacional reservado a los enemigos de la Humanidad.

No podemos pasar por alto el reconocimiento y el fraternal saludo para todos aquellos integrantes de las Autodefensas que permanecen en las cárceles porque, sin su lucha y su sacrificio, no habría sido posible abrir este horizonte de paz que se vislumbra hoy desde Santa Fe de Ralito. Para ellos, nuestra solidaridad y nuestro compromiso de trabajar siempre, en esta negociación, por su pronta liberación y reincorporación a su familia y a la sociedad.

Gracias población de Tierralta, gracias Santa Fe de Ralito y todos los corregimientos y veredas por prestarnos, tan generosamente a todos los colombianos y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad del mundo, su territorio y su corazón para esta negociación de paz. Gracias, cordobeses por sus sacrificios, abnegación y generosidad.

Gracias Colombia entera y Gracias Comunidad internacional por la inmensa solidaridad que valoramos y seguiremos necesitando.

Los caminos de la Paz están abiertos. La Paz de Colombia es hoy más posible y cercana que ayer. La hora de la Convergencia nacional debe convocar más temprano que tarde el tiempo de la Reconciliación y la Cooperación entre todos los colombianos.

Combatientes y Amigos de las Autodefensas: estamos comprometidos en este Proceso de Paz a dejar definitivamente atrás la participación militar en la guerra: Nunca la iniciamos, Nunca la quisimos, Nunca debió ser parte de nuestras vidas. Nunca debieron ser tan viles y criminales las guerrillas en contra de Colombia y de los colombianos y nunca debió ser tanta y tan inexcusable la ausencia y debilidad del Estado en la defensa de la Nación y el Pueblo colombiano.

Agradecemos a ustedes su presencia; hoy recurrimos a todas las naciones del mundo, para que nos ayuden a construir un futuro mejor, que nos permita transitar el camino difícil, que conducirá al bienestar y a la paz de 44 millones de colombianos.

Nuestro compromiso es grande. Construir la paz de Colombia es nuestra meta. Nuestra voluntad y nuestra fuerza son inquebrantables para construir el camino que conduzca a la paz, pero ese camino es difícil, largo y escarpado. No tenemos todo el conocimiento para hacer ese camino más corto, menos doloroso y traumático para los hijos de Colombia. Por esta razón les pedimos que nos acompañen y nos ayuden a recorrer este sendero, con su asesoría y sus luces, no nos dejen solos, requerimos de ustedes para asimilar con pragmatismo nuestra realidad y encontrar fórmulas de acuerdo. Les pedimos que nos ayuden a construir la paz que nos merecemos todos en Colombia.

No olvidemos en nuestra oración a Dios a ninguno de los muertos en esta horrible noche que aún no cesa, ni a los muertos en nuestras filas ni a los muertos de nuestros enemigos. Ni a los muertos inocentes, conocidos o desconocidos que todas las guerras traen consigo, ni a los huérfanos, ni a las viudas, ni a los mutilados y lacerados por la guerra. Pedimos perdón a Dios por lo que no supimos hacer bien, por nuestras equivocaciones y extravíos y también pedimos perdón a nuestros hermanos en Dios por lo que pudimos haber hecho mejor. Que al pedir y al conceder cristiano perdón, llegue el alivio que todos los colombianos necesitamos en nuestras almas y en nuestros corazones.

Colombianos y Amigos de Colombia: todavía inmersos en la agonía de la guerra, miremos aquí y ahora, a Colombia y al mundo con los ojos de un niño después de la guerra. Con los ojos de un niño que padeció la guerra sin dejar ni un solo instante de soñar con la Paz. Con esta Paz que hoy comenzamos a construir entre todos y para todos. Para nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. Para las generaciones que vendrán después.

Nunca más la guerra, para siempre la Paz, en Colombia y en todo el mundo.

Que Dios, a través de nosotros, realice sus designios de paz para todos los colombianos.

Muchas gracias.

Santa Fe de Ralito, 1 de julio de 2004