Yo soy un empresario y padre de familia, al igual
que muchos de mis compañeros que me acompañan hoy aquí, al que la guerra
arrancó del seno de mi hogar y me incrustó en las montañas de Colombia.
Colombia se ha ganado con creces esta histórica
jornada de paz en Santa Fe de Ralito. Los colombianos hemos sufrido demasiado
los horrores de la guerra. Los colombianos hemos padecido durante décadas
infames, el doble flagelo simultáneo de la violencia y la falta de Estado. Los
colombianos nos merecemos iniciativas de paz, hechos de paz, voluntad de paz de
parte de todos los grupos armados de izquierda y de derecha. También Colombia
exige hoy un Estado distinto, un Estado mejor, un Estado que diga presente y no
nos vuelva a abandonar ni en el campo, ni en la ciudad, ni en la guerra, ni en
la paz.
Ha sido largo el camino recorrido por las
Autodefensas desde San Juan Bosco Laverde, San Vicente de Chucurí y Puerto
Boyacá en 1982, hasta Santa Fe de Ralito hoy, primero de julio de 2004 para
cumplir la cita histórica con la paz de Colombia. Hace ya 22 años que se agitaron
las primeras banderas contra el yugo subversivo que amordazaba la libertad,
violentaba el derecho de propiedad y quebrantaba el derecho a la vida, frente a
un Estado tan impotente como generoso. Éste abrió las cárceles a centenares de
guerrilleros, destinatarios de la ley de amnistía, aprobada por el Congreso
para abrir caminos de reconciliación, y que a la postre sólo conduciría a la
frustración de La Uribe, a la hecatombe incendiaria del Palacio de Justicia y a
la catástrofe humanitaria de la Unión Patriótica y del movimiento de Esperanza,
Paz y Libertad, todos ellos, inmersos en el torbellino mortal de la violencia
fratricida e intolerante.
En esa época nefasta de odio, venganza y terrorismo
aparece el narcotráfico y encuentra a los ejércitos irregulares de las
guerrillas, que rápidamente pasaron a constituirse en el componente armado del
negocio de las drogas ilícitas y comienza a asumir a plenitud, su papel de
financiador de la violencia de izquierda y luego de derecha en Colombia.
A la desgracia de la consentida indolencia del
Estado, débil y complaciente con la violencia, como instrumento de lucha
política en Colombia, se suma la aparición de la narcoeconomía de guerra en la
confrontación armada. Bajo esta sombra, la soberanía nacional quedó confiscada
y fraccionada. Así crecieron las repúblicas independientes de los actores
políticos armados ilegales.
El colapso progresivo del Estado expresado en la
crisis de Autoridad, en el desmoronamiento de la Justicia, en la
desmonopolización de la Fuerza, en la depravación de las costumbres políticas y
en la deslegitimación creciente de la democracia. Así, corrió paralelo un
proceso fuerte de militarización y sustitución del Estado por parte de los
actores armados irregulares, que invadieron los espacios de la institucionalidad
pública, ocuparon los escenarios de acción de los actores sociales e
intervinieron las estructuras de poder político local y regional.
En el caso particular del movimiento de
Autodefensas Campesinas, esta circunstancia de negación del Estado sustituido
por un Estado de facto, tuvo caracteres de legalidad y legitimidad, por cuanto
que, aún para finales del decenio de los años ochenta, permanecía vigente el
amparo jurídico de la ley 48 de 1968 que le otorgaba sustento legal a la
Organización en armas. Desde este punto de vista es preciso conocer que nuestro
movimiento antisubversivo, en su lejana génesis, hunde sus raíces en el terreno
que previamente cedió y abonó el propio Estado. Años después, inmersos en el
mundo de la ilegalidad, evolucionaríamos hacia el modelo de Autodefensa
Campesina autónoma, con conciencia social y nacionalista.
En 1989, con la derogación de la ley que le
otorgaba plataforma legal al movimiento campesino armado, las Autodefensas del
Magdalena Medio y Urabá, comienzan una etapa de revisión interna que culmina
con la decisión de avanzar hacia la desmovilización y desarme, en un proceso
precipitado, confuso, incierto e improvisado con el Gobierno de entonces.
Después de nueve años de tránsito por los caminos de la violencia oficialmente
consentida, la Organización suscribe a finales de 1991, un acuerdo de
sometimiento a la justicia que, a pesar del número tan significativo de
desmovilizados, no comprometió a la totalidad de los miembros de las
Autodefensas. Aquí se cierra el capítulo de lo que podríamos llamar la primera
etapa histórica de las Autodefensas Campesinas.
Cuando aún no se había culminado el proceso de
desmonte de las zonas de Autodefensa Campesina, las guerrillas de las FARC y
del ELN, saltaron con enormes contingentes armados sobre esos territorios y
desataron la más furiosa ola terrorista que tenga noción la historia reciente
del país. Estas operaciones de retaliación criminal contra las comunidades,
coincidieron con la determinación de las autoridades judiciales del Estado, de
librar y hacer efectivas más de mil órdenes de captura, contra igual número de
excombatientes de las Autodefensas, que habían tomado la decisión de
desmovilizarse dos años antes.
Corrían los tiempos de la superioridad táctica y
estratégica de las guerrillas comunistas, que anunciaban anticipadamente sus
aplastantes y rotundas victorias militares en el Sur del país, y el salto
definitivo de un esquema de guerra de guerrillas, a una guerra de movimientos y
de posiciones, en las que llevó la peor parte el aparato militar del Estado.
Prácticamente en esos momentos cruciales la iniciativa táctica contrainsurgente
volvía a correr de cuenta del resurgimiento de las Autodefensas Campesinas.
La violación de los compromisos por parte del
Estado, que ignoró los mandatos del contrato social en cuanto a la tutela de la
vida, los bienes, la libertad y la justicia social, precipitó el resurgimiento
espontáneo del movimiento armado de las Autodefensas Campesinas y,
posteriormente, la agrupación en un solo proyecto nacional de todas las
organizaciones regionales, bajo la divisa unificada de Autodefensas Unidas de
Colombia.
Hoy, el círculo vicioso de la violencia recurrente
debe y tiene que desaparecer de la faz de Colombia. Ha sido difícil, pero hemos
agotado enormes esfuerzos, para presentar ante el país y el mundo a la
Organización de Autodefensas Campesinas fuertemente cohesionadas alrededor del
ideal de paz que a todos nos convoca en esta fecha. Aquí, como Jefe del Estado
Mayor, estoy representando al noventa y cinco por ciento de las Autodefensas
Unidas de Colombia. Esperamos que muy pronto la totalidad de las Autodefensas
se incorporen a este proceso de negociación.
El fortalecimiento del Estado hoy, la recuperación
de la confianza en las Instituciones, los ascendentes índices de seguridad y
satisfacción ciudadana y, en fin, la restauración de los vasos comunicantes
entre la Nación y el Estado, nos llevarían en un futuro próximo, dentro de un
proceso de avanzada madurez política, a reconocernos innecesarios como
Organización armada.
Desde la Mesa Única Nacional trabajaremos a fondo
para superar lo militar y trascender en lo político. Este no es un proceso de
paz para las Autodefensas Campesinas, es un proceso de paz para Colombia, de
Colombia y por Colombia. De ahí que, para eliminar toda posibilidad que
conduzca a un nuevo resurgimiento de la opción armada antisubversiva, nosotros
como Autodefensas Campesinas avanzaremos, no hacia la desaparición como
Organización, sino hacia la transformación en un movimiento político de masas a
través del cual la retaguardia social de las Autodefensas pueda constituirse en
una alternativa democrática que defienda, custodie y proteja los intereses,
derechos y demandas de nuestras comunidades ante los poderes del Estado.
Si hay algo que tenemos claro las AUC es el
compromiso social. Hemos trabajado por años en la construcción del bienestar
comunitario y digno. Hemos defendido las tierras de nuestros campesinos, se ha
sembrado la confianza en el campo y en el desarrollo socio-económico. Y hoy,
hay que dejar algo claro: no abandonaremos esta misión social que ha
caracterizado la organización y, es más: que fue parte de nuestro nacimiento.
Veintidós años en el campo de la guerra
conllevaron, a hacer nuestras, un cúmulo de fidelidades lentamente construidas
y a generar un entorno de solidaridad colectiva que terminaron por transmitir
un gran poder político y social a las Autodefensas Campesinas. Esta realidad
nos impone un compromiso con las comunidades, más allá de la seguridad que les
brindamos durante el largo período de ausencia estatal.
No es posible concebir un sueño de paz duradero
para los colombianos, si al lado de las bases militares no construimos
hospitales y escuelas para los niños del Paramillo, de la Sierra Nevada, del
Catatumbo, del Sur de Bolívar y de esos tantos territorios marginados que hay
en Colombia.
Las Autodefensas Campesinas en este proceso de paz
no demandamos la destrucción o transformación de las estructuras políticas,
económicas y sociales del Estado y la sociedad, pero sí exigimos justicia
social.
No nos apartamos de las dificultades de orden
fiscal que enfrenta el Gobierno nacional, pero confiamos en que los enormes
recursos que le ahorraremos a Colombia, al abandonar la guerra, serán
destinados al propósito noble de construir la paz social que significa empleo,
vivienda digna, educación, salud, servicios públicos básicos y seguridad
social. Es decir, bienestar y sosiego para las nuevas generaciones que no
merecerán jamás heredar esta larga noche de tragedia, muerte y ruina, que
vivimos y pagamos las víctimas de esta guerra absurda.
El fin de este proceso no será únicamente lograr
una firma en un acta simbólica, sino trabajar en el seguimiento de una gestión
político-social. Nos afianzaremos como mediadores comunitarios, a través de un
movimiento político en el que tendrá cabida todo aquel que desee construir un
nuevo país y fortalecer las instituciones partiendo de la transparencia y la
participación ciudadana.
A partir de hoy, en un verdadero acto de fe,
tomaremos posesión del puesto que nos corresponde en la misión de construir la
paz. Invocamos de Dios, la provisión de su misericordia infinita, para que su
luz despeje las incertidumbres y dificultades del camino largo que emprendemos
en este día memorable.
La negociación que se inicia en el día de hoy
comienza por el desarrollo de los aspectos políticos, procedimentales, de
asistencia social y de beneficios jurídicos que conlleven a un acuerdo que
permita la superación definitiva del conflicto armado. El proceso concluye
cuando nos hayamos incorporado todos a la vida civil, en condiciones de
normalidad.
Daremos comienzo a nuestra misión, exponiendo ante
Colombia y el Gobierno nacional, la propuesta de cinco grandes temas que
conforman nuestra agenda básica de negociación, estos son:
1. Derechos Humanos, Derecho Internacional
Humanitario, redefinición y verificación del cese de hostilidades.
2. Implementación y aplicación de políticas
integrales de la tesis de seguridad democrática en las regiones de influencia
de las Autodefensas Campesinas, tanto en el campo militar de la seguridad como
en el campo social de la inversión.
3. Definición, ubicación y reglamentación de las
zonas de concentración.
4. Erradicación y sustitución de cultivos ilícitos,
en las zonas de influencia de las Autodefensas Campesinas.
5- Seguridad jurídica, derechos civiles, políticos
y garantías de reincorporación a la vida civil.
Esta agenda temática incluye una serie de subtemas,
cuyo debate será de gran importancia para la negociación, como lo relacionado
con los principios de la verdad, la justicia y la reparación. Discusión que
abordaremos con la mesura y desaprensión propias de quienes no nos sustraemos
ni a los imperativos éticos y jurídicos del Estado Social de Derecho, ni
tampoco a las concesiones o excepciones que el gran consenso nacional aconseje,
con respecto a la prelación del interés supremo de la paz y la reconciliación.
Desde este escenario de Santa Fe de Ralito
convocamos a la gran audiencia nacional, y a la comunidad internacional, para
que mantengamos una fluida interlocución que nos ayude a enriquecer de razones
nuestro propósito indeclinable de paz. Bienvenidos aquí las FARC y el ELN,
exponentes de la izquierda y la derecha, defensores de los Derechos Humanos,
dirigentes de los partidos políticos, líderes sindicales, miembros de las
iglesias, indígenas, directivos de Organizaciones No Gubernamentales, dirigentes
comunales, negritudes y exguerrilleros, periodistas y escritores públicos,
estudiantes, profesores y académicos….en fin, bienvenida Colombia entera, aquí
la paz nos da cabida a todos.
Las Autodefensas Unidas de Colombia damos un paso
definitivo hacia la paz total. Esperamos de las guerrillas y del Estado
reciprocidad y grandeza en esta hora que debe ser la hora de Colombia, la hora
de escuchar el clamor de nuestra gente que no quiere más guerras entre
hermanos, ni más familias destrozadas en nombre de una ideología o de la otra.
Ya lo hemos dicho las Autodefensas: la mejor guerra es la que no se hace, la
mejor guerra es la que logra evitarse. Para la guerra se requiere de una sola
voluntad; para la paz, el deseo o el imperio de la mayoría.
Cuando alcancemos puntos de acuerdo sobre lo
fundamental, cuando encontremos ese equilibrio entre lo deseado, lo necesario y
lo posible, con toda certeza seguiremos luchando por los mismos ideales a los
que hemos ofrendado nuestros mejores años. Pero será desde la barricada del
pensamiento; dotados de la misma voluntad por derrotar a los peores enemigos de
la Patria: la injusticia social, el analfabetismo, la pobreza y el
marginamiento de quienes nunca han tenido oportunidades para el desarrollo de
su existencia.
Falta mucho trecho por andar. El camino estará
minado de escepticismo, habrá sabotajes constantes, nos atacarán a mansalva,
pero ya nunca podrán derrotar nuestra voluntad de pelear en paz por una
Colombia más justa. El campo de batalla de nuestra gesta, será el territorio
del pensamiento y las ideas, y nuestro ejército será la opinión y el respaldo
de 44 millones de colombianos que sabrán reconocer quién tiene voluntad de paz
y quién tiene vocación de guerra y muerte.
La paz de los vencedores y los vencidos, de los
arrogantes y los humillados, ni es verdadera ni es duradera.
La prédica de las guerrillas no debe confundir a
nadie a estas alturas del siglo XXI: la guerra subversiva de las guerrillas
comunistas es una guerra contra todos los colombianos, no solamente contra los
combatientes que le hacen frente y se alzan contra ellas. La de las guerrillas
comunistas colombianas es una guerra anacrónica y sin futuro contra las
libertades y la dignidad del Pueblo colombiano. Y toda guerra contra las
libertades y la dignidad de cualquier Nación de la tierra es también una guerra
contra la Humanidad.
Las Autodefensas Unidas de Colombia venimos de
transitar un largo y doloroso camino de respuesta armada ante la violencia y
los agravios de las guerrillas marxistas al Pueblo colombiano, a su
infraestructura económica y a sus vías de comunicación. Los crímenes de la
guerrilla y la falta de presencia del Estado durante décadas no nos dejaron en
los últimos veintidós años, más alternativa a los civiles que empuñar las armas
y defender nuestras vidas, nuestra libertad, nuestra honra y nuestros bienes,
con lo que estaba a nuestro alcance, sin formación militar y mucho menos
vocación guerrera.
Sin embargo, en poco tiempo, descubrimos el
invalorable aporte solidario de nuestro pueblo colombiano, que nos abrió los
brazos para sumarse a nuestra lucha y puso sobre nuestros hombros la tremenda
responsabilidad de su seguridad y bienestar social, para sus familias, y
constituir desde la nada un ‘Estado de facto’, un ‘Estado’ carente de legalidad
pero no de legitimidad que sustituyera al Estado ausente.
Nunca estuvo en nuestras mentes edificar este
gigante, que tuvimos que ponerlo de pie y a caminar, por física necesidad y
porque Dios, en nuestras conciencias, nos decía que ése era el camino correcto,
que la Patria nos exigía ese sacrificio y que pasada la hora trágica, llegarían
al fin tiempos mejores y de reconocimiento por parte de la Colombia oficial, a
‘la otra Colombia’ que las Autodefensas ayudamos a salvar y preservar de la
muerte, de la pérdida de su libertad y del azote comunista.
Las condiciones sociales y económicas que hemos
construido en unas zonas, y reconstruido en otras, deberán, antes que
sostenerse, ser superadas con la presencia responsable de las Instituciones del
Estado. Así se verá fortalecida la Democracia en su funcionamiento y será más
legítima y transparente en todos los rincones de Colombia, en la protección de
los colombianos ante toda agresión armada y ante todo terrorismo.
La Hora de la Paz ha llegado a Colombia. Nada
volverá a ser igual para los enemigos de la convivencia pacífica entre los
colombianos. A partir de esta histórica jornada de Santa Fe de Ralito se traza
una línea clarísima de un antes y un después irreversibles en el conflicto
político armado colombiano. Quienes insistan en la apelación a la guerra y se
nieguen, atrapados en su estrechez mental, a iniciar conversaciones serias de
paz recibirán el escarmiento militar de las armas de la democracia y la
Constitución, y el repudio activo y plebiscitario de la población colombiana,
así como el aislamiento internacional reservado a los enemigos de la Humanidad.
No podemos pasar por alto el reconocimiento y el
fraternal saludo para todos aquellos integrantes de las Autodefensas que
permanecen en las cárceles porque, sin su lucha y su sacrificio, no habría sido
posible abrir este horizonte de paz que se vislumbra hoy desde Santa Fe de
Ralito. Para ellos, nuestra solidaridad y nuestro compromiso de trabajar
siempre, en esta negociación, por su pronta liberación y reincorporación a su
familia y a la sociedad.
Gracias población de Tierralta, gracias Santa Fe de
Ralito y todos los corregimientos y veredas por prestarnos, tan generosamente a
todos los colombianos y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad del
mundo, su territorio y su corazón para esta negociación de paz. Gracias,
cordobeses por sus sacrificios, abnegación y generosidad.
Gracias Colombia entera y Gracias Comunidad
internacional por la inmensa solidaridad que valoramos y seguiremos
necesitando.
Los caminos de la Paz están abiertos. La Paz de
Colombia es hoy más posible y cercana que ayer. La hora de la Convergencia
nacional debe convocar más temprano que tarde el tiempo de la Reconciliación y
la Cooperación entre todos los colombianos.
Combatientes y Amigos de las Autodefensas: estamos
comprometidos en este Proceso de Paz a dejar definitivamente atrás la
participación militar en la guerra: Nunca la iniciamos, Nunca la quisimos,
Nunca debió ser parte de nuestras vidas. Nunca debieron ser tan viles y
criminales las guerrillas en contra de Colombia y de los colombianos y nunca
debió ser tanta y tan inexcusable la ausencia y debilidad del Estado en la
defensa de la Nación y el Pueblo colombiano.
Agradecemos a ustedes su presencia; hoy recurrimos
a todas las naciones del mundo, para que nos ayuden a construir un futuro
mejor, que nos permita transitar el camino difícil, que conducirá al bienestar
y a la paz de 44 millones de colombianos.
Nuestro compromiso es grande. Construir la paz de
Colombia es nuestra meta. Nuestra voluntad y nuestra fuerza son inquebrantables
para construir el camino que conduzca a la paz, pero ese camino es difícil,
largo y escarpado. No tenemos todo el conocimiento para hacer ese camino más
corto, menos doloroso y traumático para los hijos de Colombia. Por esta razón
les pedimos que nos acompañen y nos ayuden a recorrer este sendero, con su
asesoría y sus luces, no nos dejen solos, requerimos de ustedes para asimilar
con pragmatismo nuestra realidad y encontrar fórmulas de acuerdo. Les pedimos
que nos ayuden a construir la paz que nos merecemos todos en Colombia.
No olvidemos en nuestra oración a Dios a ninguno de
los muertos en esta horrible noche que aún no cesa, ni a los muertos en
nuestras filas ni a los muertos de nuestros enemigos. Ni a los muertos
inocentes, conocidos o desconocidos que todas las guerras traen consigo, ni a
los huérfanos, ni a las viudas, ni a los mutilados y lacerados por la guerra.
Pedimos perdón a Dios por lo que no supimos hacer bien, por nuestras
equivocaciones y extravíos y también pedimos perdón a nuestros hermanos en Dios
por lo que pudimos haber hecho mejor. Que al pedir y al conceder cristiano
perdón, llegue el alivio que todos los colombianos necesitamos en nuestras
almas y en nuestros corazones.
Colombianos y Amigos de Colombia: todavía inmersos
en la agonía de la guerra, miremos aquí y ahora, a Colombia y al mundo con los
ojos de un niño después de la guerra. Con los ojos de un niño que padeció la
guerra sin dejar ni un solo instante de soñar con la Paz. Con esta Paz que hoy
comenzamos a construir entre todos y para todos. Para nuestros hijos y los
hijos de nuestros hijos. Para las generaciones que vendrán después.
Nunca más la guerra, para siempre la Paz, en
Colombia y en todo el mundo.
Que Dios, a través de nosotros, realice sus
designios de paz para todos los colombianos.
Muchas gracias.
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