Los
sucesos de Irak nos muestran en vivo y en directo cuán pequeño es el mundo de
hoy. Los conflictos se generan en un punto del globo y en el mismo momento, en
el punto opuesto, se toma partido a favor o en contra.
¿Cómo
no aceptar entonces que los modos con que se asume la lucha contra el
terrorismo en Colombia produzcan de inmediato simpatías o rechazos en el resto
del planeta? Puede que las Farc estén especulando -ricas y poderosas como se
sienten- con que el mundo no cambia y que lo que se acomodó a sus intereses
durante décadas seguirá igual. En las AUC estamos convencidos de que el mundo
cambia y evoluciona y que nosotros tenemos que acompañar y estimular en la
buena dirección esas transformaciones.
La
Guerra Fría terminó hace más de diez años y lo que está en juego hoy no tiene
nada que ver con las viejas discusiones entre democracia o comunismo. La
democracia llegó para quedarse y ahora se trata de difundirla por el mundo y
volverla más incluyente y más útil al bienestar de las comunidades.
La
globalización es un hecho indiscutible, del mismo modo que -como en el caso de
los kurdos hoy- el territorio es una certeza necesaria acerca de dónde y cómo
asentar un Estado-Nación. La globalización no se discute sino que se aprovecha
y se hace coincidir con los intereses locales, regionales y nacionales.
Los
peligros del mundo son los riesgos de cada Nación y los problemas de cada
Nación terminan siendo los dolores de cabeza del mundo. Si en Colombia nos
azotan el terrorismo y el narcotráfico, el primero como enemigo de la vida y de
la democracia, y el segundo como combustible del terrorismo, que no nos quepa
duda: estamos en el ojo del huracán y el mundo no demorará mucho en
perfeccionar su intervención para acabar con el problema, antes de que el
problema se nos salga de las manos y se vincule con otros focos de perturbación
internacionales.
El
terrorismo y el narcotráfico -bajo la nueva perspectiva que hoy nos da la
globalización-son problemas del mundo y no sólo de Colombia. Por ello, quienes
nos planteamos ayer -como Autodefensas- la protección de la democracia agredida
y de la economía y la infraestructura amenazada -a pesar del costo personal de
ingresar en la ilegalidad- encontramos que existen ahora caminos a recorrer que
nos posibilitan alcanzar por medios menos dolorosos para Colombia fines más
satisfactorios para quienes creemos en la democracia y en las libertades, en la
iniciativa privada y en el rol aglutinante del Estado.
Las
guerrillas, alejadas ya de todo componente ideológico compatible con la
geopolítica mundial y sin haber echado raíces sólidas en el tejido social colombiano,
han derivado ignominiosamente hacia el terrorismo, nutriéndose escandalosamente
del narcotráfico lo cual ha erosionado ostensiblemente sus reservas éticas y su
credibilidad política, de tal manera que cada día será más difícil para el
Estado colombiano y la Comunidad internacional abordar con ellas un Proceso de
Negociación Política.
Así
como van las Farc -y a su sombra el Eln- combatir el terrorismo ya es un asunto
que compromete no sólo al Estado colombiano sino también a la Comunidad
internacional. Sólo en el marco de esta cooperación Colombia puede encontrar
los recursos lícitos y eficaces, en cantidades suficientes, para restablecer el
monopolio de la fuerza y asumir el reto que plantean la siniestra combinación
de terrorismo y narcotráfico en toda la geografía nacional.
Tenemos
muy claro las AUC que queremos ser parte de la solución colombiana y no
multiplicadores del problema. Queremos participar en la construcción de una
democracia cada vez menos excluyente y hacer realidad el País donde quepamos
todos, incluidos aquellos -ya arrepentidos y dispuestos a renovarse y cambiar-
que hoy insisten en el error de la violencia y del sectarismo mesiánico.
Las
AUC adelantamos la fase de exploración con el Gobierno nacional convencidas de
que nuestro propósito dialogante debe tender a la legitimación del Estado por
el fortalecimiento -desde la misma base humana y territorial- de las
instituciones democráticas, comenzando por asegurar el monopolio de la fuerza
antiterrorista y contrainsurgente en manos de las autoridades legales.
La
etapa militar asumida históricamente por las Autodefensas ha sido un factor
necesario y determinante que permitió a Colombia sostener hasta aquí su
amenazada y frágil democracia y desarrollar sus incipientes capacidades
económicas frente a las indecisiones e incongruencias del sistema político,
confundido durante décadas por incomprensiones internas y externas,
consecuentes con el orden mundial cambiante y contradictorio que emergió a
partir del final de la segunda guerra mundial y que permaneció hasta entrados
los 90.
Hoy
los desafíos de Colombia y del mundo son bien distintos de los del siglo XX y
si las Farc no lo quieren o no lo saben entender, allá ellas. Pero las AUC
hemos iniciado un camino distinto alentadas por una nueva madurez política que
se percibe dentro y fuera de las fronteras de Colombia como el mejor modo de
asegurar a los pueblos democracia y bienestar económico, con el pleno respeto
de las libertades individuales y colectivas.
Salvatore
Mancuso
Carlos
Castaño
Voceros
del proceso AUC
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